
Las nuevas tecnologías no son por sí mismas un problema, siempre que se haga un buen uso de ellas constituyen unas poderosas aliadas para el conocimiento. Ahora bien, el problema está en la cantidad de horas que los niños pasan utilizándolas.
Comenzando por el principio, durante los primeros 2-3 años de vida se produce un importante cambio en volumen, estructura y desarrollo de circuitos neuronales. Esos circuitos son sumamente moldeables y dependientes de los estímulos externos, sobre todo, de los cuidados de los familiares, como son el cariño, satisfacción de sus necesidades, ambiente lumínico y sonoro en el hogar, lenguaje familiar, hábitos, juego… Sabemos que muchos menores de 3 años usan a diario los dispositivos electrónicos como forma de juego y entretenimiento. En una edad en que es clave la interacción manual y la interacción social, dejamos que nuestros pequeños se conviertan en solitarios nativos digitales, cuando en realidad su cerebro necesita otro tipo de estímulos…
Diversos estudios científicos han demostrado que la exposición de los niños a las tecnologías en estas primeras etapas de la vida puede asociarse con:
- Déficit de atención
- Retrasos cognitivos
- Problemas de aprendizaje
- Aumento de la impulsividad y de la falta de autocontrol
El uso de pantallas en niños también puede asociarse a alteraciones posturales y visuales, aislamiento, deterioro del rendimiento escolar y aumento de sedentarismo y obesidad. De ahí que la Asociación Americana de Pediatría (AAP) recomiende desde hace años, en términos de salud pública, que se evite todo contacto entre niños y tecnología si estos son menores de 2 años.

“YO LE PONGO LA TELE Y ESTÁ MUY CONCENTRADO”
Un niño pequeño cuando se queda quieto frente a la pantalla no está concentrado, sino que está capturado por el exceso de estímulos. Sabemos que lo propio de la infancia es el movimiento; los niños y las niñas son inquietos y ruidosos por naturaleza. Pero ¿qué sucede con esta necesidad de movimiento mientras están inmóviles frente a estos dispositivos? No desaparece, sino que queda postergada. Toda la excitación que el niño recibe pasivamente sumado al tiempo en que su cuerpo permanece inactivo, deberá ser descargado de alguna manera.
Nuestros niños, y en especial, los adolescentes, viven inmersos en un universo digital que secuestra toda su atención. Y no solo eso, todo su enfoque cognitivo y visual trabaja al 100 % de sus recursos cuando están expuestos a las pantallas. Así, cuando salen del umbral de lo tecnológico y apagan sus dispositivos, muestran apatía, irritabilidad, ansiedad, dificultades para concentrarse…
Lo más problemático es que estamos criando niños que ya no entienden el ocio sin lo digital.
Además, las pantallas en los niños hacen que:
- Tengan una exposición a imágenes violentas. Un niño que visualiza reiteradamente imágenes de agresividad o violencia en programas de televisión o videojuegos puede desarrollar miedos, temores excesivos, alteraciones emocionales. A la larga puede llegar a desensibilizarse a este tipo de conductas y utilizarlas en su propia vida para la resolución de conflictos.
- El marketing y la publicidad favorecen el consumismo en el niño generándole deseos materiales y de consumo de alimentos, por lo general poco saludables. Un niño que ve dibujos en un canal infantil o un dispositivo electrónico está expuesto a una cantidad muy importante de anuncios para los que a estas edades no hay una capacidad de análisis crítico.
- Se interiorizan también estereotipos sexuales, raciales, de estilos de vida y comunicación que pueden generar una banalización de las mismas con poca percepción de los riesgos asociadas con ellas.
¿ESTAMOS HABLANDO DE ADICCIÓN?
Las pantallas aceleran a los niños y los convierten además en adictos a la dopamina. ¿Qué significa esto? ¿Implica, por ejemplo, que un niño de 6, 7 o 12 años puede ser realmente un “adicto”?
Para entender esta relación debemos comprender algo muy básico. Buena parte de los juegos en línea, así como plataformas como Tik Tok, generan liberación de dopamina (la llamada hormona del placer) en el cerebro juvenil.
Esa sensación de bienestar y entretenimiento se vuelve adictiva. Cada vez necesitan más horas de exposición para que el mismo estímulo les produzca el mismo nivel de placer. Así, al no obtener siempre esa sensación o ese “chute” de dopaminas, entran en un estado de abstinencia, irritabilidad constante, frustración y enfado.
La buena noticia es que buena parte de estas condiciones desaparecen cuando a los niños se le aplica un “ayuno tecnológico”. Es decir,la desregulación del estado de ánimo desaparece cuando se reduce o elimina el uso de pantallas electrónicas.
Por tanto, algo tan simple como disminuir el tiempo de exposición a las nuevas tecnologías mejoraría de manera directa la sensación de bienestar de los más pequeños.
RECURSOS
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